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Oferta = marabunta

martes, 05 de junio de 2012
Cuando nos ponen delante una oferta no hay crisis que valga. El miércoles pasado abrieron en Lugo una tienda de Desigual que cerró el sábado. Como lo oyen, la cosa duró cuatro días escasos, en los que las colas a la entrada del garito eran espectaculares.

Probablemente influye que sólo por entrar te regalaran una bolsa de loneta (de esas que venden en Carrefour para hacer la compra) de colorines (muy chula, la verdad) y que los precios eran bajísimos. Probablemente influyera más la bolsa, que cuando nos regalan cualquier porquería aguantamos colas eternas para no quedarnos sin la chorrada de turno.

Lo del precio también influye claro. Para que se hagan a la idea yo compré una camisa (sí, sí, yo también piqué) que teóricamente era de casi 70 € por 14 €. Alguna amiga mía con los bolsos a 19 € se volvió literalmente loca. En su descargo hay que decir que las ofertas nos vuelven locos a todos.

Las imágenes que salen en la tele del primer día de rebajas en El Corte Inglés asustan al más pintado, y eso que Zara no tiene la costumbre de enviar a los telediarios las suyas, que deben ser de órdago.

Lo curioso del asunto es que muchas de las personas que estaban allí, que normalmente son exigentes con las formas y los fondos en cualquier comercio pasaban por encima de todas las incomodidades que se puedan imaginar por los descuentos. Lo primero es que hacía un calor infernal. Me costó aguantar dentro más de 10 minutos porque casi ni se respiraba. Lo segundo es que aquello parecía un mercadillo, qué digo un mercadillo, un vertedero. Todo tirado de cualquier forma, en cajas, sin probadores, sin un maldito espejo…

Veías a la gente preguntando a desconocidos “¿qué tal me queda esto?”… Incluso había una chica en bragas probándose pantalones en un rincón, y no es una metáfora.

No se admiten cambios ni devoluciones. Si una prenda está rota, te fastidias, que para eso es barata. Todos los derechos que los consumidores blanden alegremente cuando una dependienta no les lame los pies en una tienda “bien” allí se los saltaron a la torera sin que nadie dijera esta boca es mía. Tres seguratas vigilaban atentamente que nadie hiciera fotos, aunque con poco éxito porque ante la falta de espejos la mayoría de las personas usaban sus teléfonos para ver cómo demonios le quedaba la camiseta de turno. De hecho yo mismo hice algunas.

Si hubo algún tipo de control de seguridad o de emergencias lo disimulaban muy bien, porque además de tener una ventilación nula (insisto, no se imaginan el calor que hacía allí) nos iban guiando por un recorrido concreto como ovejas en una competición de esas que tanto les gustan a los ingleses (para más datos pueden ver “Babe, el cerdito valiente”, apunte cultural). Sólo nos faltaba ir rebuznando, balando o mugiendo según el caso y preferencias de cada uno.

Lo más curioso es que ahora veremos a todo Lugo de colorines durante una temporada, porque si algo tiene la ropa de esa marca es que no se la puede acusar de ser discreta. Pero miren, al menos las penas con color son menos.

Será por eso que en épocas de crisis se tiende a las cosas con brillos, estampados extravagantes, formas exageradas y ese tipo de términos que tanto usan en las pasarelas y que cuando estamos en modo normal miramos ojipláticos preguntándonos quién se puede poner algo así. Pues nosotros mismos. Sobre todo si está de oferta.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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