"Mozart es... ¡¡¡Mozart!!!"
Así encabeza
Juan Antonio Vallejo-Nájera el capítulo que le dedica al pequeño gran genio austríaco titulado 'El
fin misterioso de Wolfgang Amadeus Mozart' (
"Perfiles humanos". Ed. Planeta, 1988, pp. 57-77).
Yo diría lo mismo. Casi nadie se suele cansar de escuchar las melodías mozartinanas. Y pocos son los que rehúyen un concierto que incluya alguna de sus obras. Tiene un estilo tremendamente personal y puede que a eso se deba, unido a que, dentro de lo imperfección, su música resulta 'perfecta', cabal, se vea como se vea.
Lo hemos podido comprobar de nuevo en el concierto dirigido por la portuguesa
Rita Castro Blanco, al frente de la
Real Filharmonía de Galicia (Auditorio de Galicia, 25-1-24). No sé si fue premeditado o casual, pero coincidió próximo al día en que celebramos el aniversario de su nacimiento: Salzburgo, 27 de enero de 1756.
Fallecido el 5 de diciembre de 1791, Mozart se fue a temprana edad, culminando una carrera que no sabemos hasta dónde podría haber llegado. Siempre llevo un ritmo acelerado siendo aun un infante, pero especialmente sus últimos meses de vida fueron frenéticos. Lo cuenta con todo detalle
H. C. Robbins Landon en
"1791. El último año de Mozart" (Ed. Siruela, 1989): los múltiples conciertos que dirigió, la música que compuso, los esfuerzos por conseguir -probablemente- un puesto en la catedral de S. Esteban, el encargo del Réquiem, la elaboración y estreno de su ópera
'La clemencia de Tito' al tiempo que ya había iniciado el singspiel
'La flauta mágica'... Así terminó: postrado en cama varias semanas, hasta el fatal desenlace, un gélido e invernal día que, como toda la naturaleza, lloraba su muerte. Pocos amigos y familiares lo despidieron. Junto a ellos estaba su fiel esposa Constanze, valedora, en primer término, de su memoria y legado. Eso sí, no fue al entierro...
Además de su
Salzburgo natal y la fastuosa
Viena imperial que le abrió los brazos, otra de las ciudades que más le aplaudieron fue
Praga.
En esa ciudad estrenó una pieza orquestal que lleva este nombre: la
Sinfonía núm. 38 Praga" Kv. 504. Es una obra que encierra varias curiosidades. Aunque el comienzo es lúgubre y lento, resulta de lo más exquisito escrito por Mozart. Hacía pocos meses que había estrenado la ópera bufa
"Las bodas de Fígaro", de carácter alegre, vivaz, divertido. En esa misma línea está dicha sinfonía, aunque el inicio no lo preconice. Por otra parte, lo que sería otra peculiaridad, es que no presenta el esperado 'minueto', sino que solo tiene tres movimientos, siguiendo el estándar barroco y no el clásico. Por no alargarme, una última singularidad es que en el tercer movimiento se percibe una de las melodías más conocidas de "Las bodas de Fígaro": un dúo entre Susanna y Cherubino. (
'Aprite, presto').
Una obra tan querida por el público checo como fue ésa en aquel entonces, sirvió de hilo conductor y modo de cerrar el círculo de la programación de todo el concierto de la Real Filharmonía.
En sintonía estuvieron las otras piezas: la Obertura de dicha ópera bufa mozartinana KV. 492,
la
"Pastorale d'eté" del suizo
Arthur Honegger (1892-1955) y la "Toccata e due canzoni" del checo
Bohuslav Martinú (1890-1959). Pero su análisis lo dejamos para mejor día.
Ha sido una velada para recordar a Mozart en la antevíspera de su feliz natalicio, hace 268 años. Una noche
'percorrendo a felicidade' conducidos por la batuta de Rita Castro Blanco.
Suele decirse que la felicidad dura un instante. En ocasiones como esta, se hizo de rogar la llegada de ese momento, pues el camino resultó ser verdaderamente apasionante. ¡Ojalá fuese siempre así de fácil!
Pilar Alén, Profesora de la USC.
