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¡Entretenidos estamos!

domingo, 20 de agosto de 2023
La tumba del Apóstol, que ahora ya se puede visitar en la catedral de Santiago, ha estado flanqueada desde el medievo por celosos guardianes: los monjes de S. Paio. Asentados luego éstos en lo que hoy abarca S. Martín Pinario, durante siglos de todo se ocuparon.
Hoy en el monasterio de Martín Pinario ya no hay monjes de ninguna Orden, al menos eso es lo que todos sabemos a través de libros, guías, relatos o porque, de cuando en cuando, hasta él andamos. Sin embargo, me han dicho que, si se acercan por allí los martes por la noche, saldrá alguno a saludarles y a ofrecerles algunas viandas del frondoso huerto que cavan. Demos por cierta esta noticia, aunque, que yo sepa, ahí no existe ningún terreno cultivado, y les aseguro que no miento. Semeja un cuento hábil y ¡Entretenidos estamos!sutilmente inventado.
Ese fraile, que dicen que es grande, grueso y alto, parece que ha llevado buena vida. De otra forma hasta nuestros días no hubiese llegado. Hagan la prueba. Vayan a visitarle (el monasterio y al tal fraile) y después dígannos lo que ha pasado. Por mi parte también así constataré si no miente quien me lo ha comentado.
Lo que es verídico y está relatado en la historia y en la memoria de quien lo ha vivido o leído es, a grandes rasgos, lo que sigue.

Enfrente de la catedral, desde la plaza de la Inmaculada, lo que se ve es un enorme monumento, antes habitado por monjes benedictinos vestidos de negro. Después de un glorioso pasado, en ese edificio, desde el siglo XIX y hasta el presente, pocas cosas han perdurado. Entre desamortizaciones y cambios de funciones (sede del Seminario Mayor, de la Escuela de Trabajo Social, del Instituto Teológico Compostelano...) y de otros usos más recientes (Residencia, Hospedería, Librería, Espacio Cultural de San Martín Pinario...) nos ofrece, aun así, mucho más de lo que cabe esperar de un antiguo convento monacal. De su pasado medieval más remoto queda alguna muestra. Está debajo de un pavimento acristalado para que no pueda estropearse al ser pisado.
Hoy, manteniéndose como Seminario Mayor, bajo la protección de su patrón (S. Martín de Tours, s. IV), lo que vemos es un conglomerado multifuncional con una historia larga de contar. Habría que ir por partes y tardaríamos un amplio y sagrado tiempo con el que no cuento en pleno período vacacional.
Resumiendo, allí, en verano, por un lado, hay frenética e intensa actividad y, por otro, reina sumay serena tranquilidad.
Programen algún plan para descongestionar ese contorno y habitual circuito alrededor dela catedral. Visiten eserecinto benedictino haciendo un recorrido por sus largas estancias, con guía en mano o con personal cualificado, que explique su historia y muestre todo lo que ha quedado del esplendor allí plasmado, y que a buen recaudo ha sido guardado.
Si se topan con el monje que he mencionado, aprovechen para pedirle que haga de anfitrión en ese recinto de tremendas dimensiones y gran calado. Quizás no puedan verlo todo en una única visita, pero de ahí no se escapa, por lo que tendrán motivo para volver a recorrerlo, aunque solo sea por tal causa: ver todo con detalle y pausa.

Por contra, en S. Paio de Antealtares, las monjas benedictinas que allí todavía habitan continúan manteniendo entre sus quehaceres ordinariosla viva la liturgia de antaño.
De sus predecesoras, según narra el P. Colombás, se sabe que,entre los siglos XVII y XVIII, algunas provenían de la nobleza o tenían parentescos de alcurnia ylinajes de alto rango. Otras, con menos padrinos y habilidades para oficios entonces provechosos, reducían su dote a cambio de tareas que desarrollarían a posteriori con pasión y entusiasmo.
Saldrán a recibirles personas que ya no se dedican solo al rezo y al trabajo, es decir, al "ora et labora" de la Regla de San Benito, como pasaba hace años. Rezan, pero también hacen otras cosas muy apreciadas, como las tartas, pastas, coquitos y dulces almendrados.
En el aspecto musical, en S. Paio, en pleno barroco, arpas y órganos eran de uso frecuente, puesto que realizaban el acompañamiento o bajo continuo para que las voces mantuviesen las líneas melódicas y estuviesen en el tono adecuado. A ellos se sumaban los "bajones", que también tocaban los músicos de la catedral y las mujeres en algunos recintos de clausura femenina, como S.Paio.
A estas diestras practicantes del mencionado monasterio, se les cita en los documentos como las bajonas, término usado para simplificar el de"“monjas bajonas", en referencia a ese instrumento:baxo, bason o bajo.
El cargo de maestra de capilla, que hoy día se conserva, tenía encomendada una función parecida a la de un maestro de capillacatedralicio. Además de talento en otras artes, todas las monjas, y más la maestra, poseían una considerable formación musical en polifonía y canto llano.
En conventos femeninos de otras órdenes incluso se componían inspiradas obras. De eso hoy no hay rastro en Compostela. No obstante, en el capítulo de gastos, aparecenbien detalladas por la fallecida archivera de S. Paio, sor Mercedes Buján, elevadas sumas para el mantenimiento de la música del coro: papeles, tinta, cuerdas, encuadernaciones, es decir, un poco de todo.
En los momentos de descanso, tañían otros instrumentos propios de la época: flautas, bandurrias, guitarras o castañuelas. Y hacían teatro y comedias con sus textos y canciones disfrutando de ese breve descanso.

Un dato que quizás no conozcan es que a partir de 1828en s. Martín se impuso el uso ¡Entretenidos estamos!exclusivo del órgano en el culto, sin orquesta ni solistas señalados. No fue capricho o rareza de la orden benedictina, sino una indicación eclesial para impulsar la participación de toda la comunidad (religiosa o laica) en el culto ordinario que aún allí se mantenía. El proceso culminaría con el Motu Proprio de Pío X (1903), acorde con lo ordenado entonces por la Iglesia, comenzándose en el Pinario desde entonces otra era, en lo musical y en lo cultural en general. En el convento de S. Paio y en la propia catedral se adaptaron a ese nuevo cambio.
Recuperar el antiguo patrimonio -presumible, pero ahora no tangible, como la música- es difícil. Ni lo carcomido por polillas y ratas, ni lo desaparecido por napoleones y otros expoliadores, volverán al coro, pero queda constancia de prácticas a las que siguen siendo fieles y de la que somos testigos nosotros y las monjas que tras esos muros conviven, dedicadas a rezos, la enfermería, los fogones y otras ocupaciones. No abandonan los ensayos musicales, a voces o a solo, para realzar la liturgia de cada día, enriquecida por los tañidos desu histórico órgano, capítulo aparte...
Se me vienen a la mente los benedictinos de Montserrat, con sus escolanos, o los monjes de Silos, cuyos CD's dieron la vuelta al orbe. Respecto a esto, sin duda, la música "enlatada" es útilsi no es posible escucharla de otro modo, pero pudiendo apreciar esos cantos en el lugar que corresponde, en vivo y en directo, arropados por la recogida atmósfera que los acoge, suenan de otra manera. En Compostela, en S. Paio pueden hacerlo...
Un apunte tal vez no muy conocido. También en San Paio se halla un Fondo Musical con obras de fines del XVIII y comienzos del XIX, típicas de los salones burgueses y de sociedades instructivo-recreativas de entonces.
¿Cómo y por qué hasta ahí han llegado? Por azar, por donaciones y por aportaciones de los músicos decimonónicos (o de sus herederos), cuyo rastro ha seguido L. López Cobas, bajo la mirada y orientaciones de sor Mercedes. Incluso hay dos cantorales (copiados en el XIX) que son un indicio más de que hubo otros semejantes y que, por la grafía y otros detalles, permiten que se les conecte con la música y los músicos de otros centros musicales.
Asimismo, en S. Martín Pinario, en los bajos del Instituto Teológico Compostelano, hay otra serie de carpetas repletas de partituras de similar carácter. Ese fondo está también inventariado, gracias a F. J. Fernández Places, en espera de que alguien le preste la atención debida y salgan estudios más profundos de su contenido y usos. Ese monje que sale al encuentro bien podrá, si quiere, llevarlos por esas dependencias. Si no lo hace de motu proprio, intenten rogarle con insistencia, pues les garantizo que de ello se sorprenderán y aprenderán más de lo que piensan.

Concluyendo...

S. Martín y S. Paio, conventos benedictinos y primos hermanos, son edificios que vale la pena conservar para disfrute de ahora y del futuro que les queda por delante.
Es evidente que entre esta trilogía formada por la catedral y ambos monasterios había un continuo trasiego musical. Instrumentos, partituras, manuales y, por supuesto, músicos, iban de un lado a otro, portando partituras y cuanto pudieran precisar.
¿Cómo sorprenderse de que falte o no aparezca cada pieza en su sitio?... Es patrimonio vivo que, como el que hoy se va formando, está en constante cambio, aumento y movimiento.
Separar, inventariar, catalogar y conservar cada documento generado es realmente una tarea costosa y ardua, en lo material y en lo pecuniario. Aunque algunos lo consideren un trabajo de "chinos", doy fe de que es gratificante y apasionante.
Ver cómo, por ejemplo, un patrimonio que ha sido importante para la catedral, cuales son las numerosas esculturas del taller del Maestro Mateo, andan dispersas por diferentes puntos geográficos puede resultar chocante... y no lo es tanto. Son piezas que pesan lo suyo. ¿Por qué extrañarse si aparecen livianas partituras del mismo templo esparcidas por sitios semejantes?
Ir tras su rastro hasta identificarlas, para preservarlas, conlleva tarea o "entretenimiento" -como dice un amigo mío- para un rato.
¡Buena faena nos ha jugado el destino, pero cabe decir que gran tarea nos haproporcionadoel devenir de los siglos!
Por amor al pasado, a la historia, al arte y a la música ¡entretenidos estamos!

Pilar Alén, Profesora de la USC
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