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S. Xoán: sardiña e pan con lección musical

viernes, 23 de junio de 2023
Para los que veranean, los que terminan estudios y los que no hacen nada -es un decir- la noche de S. Juan en Galicia hay que celebrarla, sea como sea.

Es momento de hacer acopio de tradiciones de casi obligado cumplimiento, se crean o no se crean. Saltar hogueras tras tostar buenas viandas (sardiñas a fartar... si es que S. Xoán: sardiña e pan con lección musicallas hay, que parece que este año hay), irse al mar y dejarse mecer por sus ondas. Recoger las hierbas de S. Juan (4, 7 o 14, según se antoje) y dejarlas en remojo. Espantar al demonio después de rociarse con ellas y así purificarse. Puro embrujo. Noite meiga.

De esto, todo gallego sabe bastante. Así que propongo uno más universal, pero igualmente lleno de misterio y magia y, curiosamente relacionado con S. Juan Bautista: el porqué del Do Re Mi Fa Sol La Si, el ABC de la música.

¿Quién no ha visto 'Sonrisas y lágrimas' y la secuencia de la institutriz enseñando a cantar a sus reticentes pupilos el DO RE MI? Pues se trata, casi, de seguir su ejemplo.

No es plato de buen gusto el "solfear". Incluso causa rechazo si no se coge de principio con entusiasmo. Place más aprender de oído y cantar o tocar de "oreja". Solo una pega: es fácil, pero crea un problema. La fragilidad de la memoria y la reiteración de una misma melodía, yendo de boca en boca, sin signos gráficos de por medio, acaba desvirtuándose. ¿Qué ocurre cuando se difunde oralmente una noticia, sea verdad o mentira, o un inocente chiste banal? Acaba por no parecerse en nada al original, siendo entonces un bulo cabal.

En música se buscó una grafía que abarcara lo mejor posible la esencia de cada sonido: altura, intensidad, duración y color o timbre. Cada cultura, en cada momento de la historia, fue proponiendo modelos adecuados y comprensivos para no dejar cabo suelto. Es todavía, y lo seguirá siendo, un mundo abierto a otros inventos según varíen las necesidades de la siempre nueva "música contemporánea".

La cultura occidental encontró su adalid en Guido de Arezzo (s. XI). Recogiendo el guante del historiador Pablo el Diácono (s. VIII), consciente de lo cansino que es enseñar a cada escolano cómo reconocer de oído o por escrito cualquier melodía sin errar en el intento, tuvo, no una, sino varias geniales ideas. Fue el gran maestro musical de la Edad Media.

Tomó los versos del latino Himno de S. Juan para facilitar a la vez la docencia y el aprendizaje. El inicio de cada sílaba (y melodía) de ese himno serviría de guía. Así dice: Ut queant laxis/ Resonare fibris/ Mira gestorum/ Famuli tuorum/ Solve polluti/ Labi ireatum. (Para que puedan exaltar a pleno pulmón las maravillas estos siervos tuyos perdona la falta de nuestros labios impuros).

No es muy poético, pero práctico sí. El celoso benedictino de Arezzo, que fue invitado por el papa Juan XIX para explicarle su gesta, nos dejó 6 notas. El "Ut" lo sustituyó por "Do" J. B. Doni (s. XVII) haciendo uso de su nombre. Esas seis notas pasaron a ser siete al incluirse elS. Xoán: sardiña e pan con lección musical último verso al himno apelando a la intercesión del santo: "Sancti Ioannes" (SI), aunque resultaba osado entonar tal salto sonoro para no tentar al demonio. Tritono, 'Diabolusin Música' o intervalo del diablo, que así se conoce.
Si un escolano dudaba cómo comenzar una melodía de cualquiera de los cantos conocidos, entonando cada verso de esa estrofa del Himno de San Juan -que ascendía tono a tono- encontraba el sonido que buscaba y luego ya proseguía.

Guido también trazó líneas en el pergamino para situarla altura de las notas. Y más aún, no contento, usó dos colores, escribiendo una segunda línea horizontal a la anterior, para ser aún más preciso. Así surgió el tetragrama, antecedente del pentagrama.

Fue artífice también de la 'mano guidoniana', otro recurso nemotécnico que hasta hace poco era aun de gran ayuda en el aprendizaje musical.

A posteriori surgieron otras melodías y nuevas grafías. Nada que ver tienen los neumas del Calixtino, con las partituras de Palestrina o Monteverdi, ni con las ya muy personalizadas de los románticos, muy suyos en lo suyo. Menos aún con la de compositores del XX y XXI que van de hito en hito. Cada partitura tiene voz propia y habla a cada cual a su manera. De la diversidad de sus lecturas emana su hechizo. Es como el juego y combinación de fonemas de cada lengua.

Seguimos cantando y tocando de oído/oreja y nada malo hay en ello. Muchos, sin pentagrama, repentizan una segunda o tercera voz como si fuera cosa de magia, aun sin serlo.

Termina la lección y nos vamos de recreo y con la música a otra parte. Ya es momento de ver el mar o la montaña, respirar su aire y pasar noches al raso. En suma, hora de dejarse fascinar por tanto hechizo y tanta magia.

Meigas... habelas, hailas, aunque sea preciso venir a Galicia para atraparlas.
Alén, Pilar
Alén, Pilar


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